Las obras de Carlos Monge recrean situaciones posibles de una realidad cercana, televisiva.
A pesar de su familiaridad,
nos producen una sensación de extrañamiento, desviándonos de su contexto temporal.
A través del escepticismo, la mirada forja un recorrido que nos
resulta placentero al sabernos confrontados directamente.

Los diferentes personajes que nos presenta el artista se muestran pasionales, tensos, crispados en cada acción por una fuerza sobrenatural.
Un halo de picardía y maldad rodea a cada uno de ellos, libres de todo juicio, desplegando malabares, escondiéndose detrás de antifaces.
Carto Mondes describe de manera irónica una serie de caracteres que son más plásticos que humanos, y que, desenmascarados, se ríen de nosotros.

Humorísticos, nos toman desprevenidos y juegan con nosotros al reflejarnos. Las caretas ya fueron desechadas.
Desde un plano adyacente, ellos acechan y nosotros nos observamos.
Carto Mondes crea una obra crítica que nos enfrenta seduciéndonos. De manera acordada se puede ver lo que no se desea.
La sorna y el despojo al retratar a una sociedad capitalizada, demonizada en su absurdo.

Casi sin proponérselo cita a Goya, Velázquez, Basquiat o Andy Warhol.
Todos ellos describieron su momento social e histórico con un lenguaje visual que es atemporal e inclasificable.

Casi sin proponérselo cita a Goya, Velázquez, Basquiat o Andy Warhol.
Todos ellos describieron su momento social e histórico con un lenguaje visual que es atemporal e inclasificable.

UN TEATRO DE MÁSCARAS
Como en un carnaval, actores, bufones y algunos demonios terrenales se presentan en la obra de Carto Mondes en la piel de personas comunes y corrientes.
Teatrales, las escenas se continúan dispares y anecdóticas, cotidianas y surreales, una danza de representaciones constante.
Con un lenguaje plástico variado, Carlos Monge escribe un guión que puede pasar desapercibido en el contexto visual.
Nos propone la elección de cambiar el presente, en última instancia decidiremos ser o continuar actuando?